Quienes trabajamos con las palabras, debemos tener muy claro el significado de cada término que utilizamos al informar.
Permanentemente se hace referencia a una supuesta y necesaria "objetividad" periodística con la cual ideológica y conceptualmente no coincidimos. Es más. Nos parece que el periodista que se autodefine como "objetivo" atenta directamente contra su credibilidad, ya que nadie puede creer en alguien que comienza su tarea basado en una mentira o falacia. La objetividad presupone la definición del periodista como un "objeto" alejado y no involucrado en las noticias que produce.
La elección de las noticias es, de por si, un acto de subjetividad absoluta: las noticias que Usted leerá en esta edición de EL VIGÍA fueron elegidas subjetivamente y, para ello, miles de informaciones debieron quedar sin tratamiento. Por ende, sería una hipocresía jurarle que somos objetivos. Nos parece que los medios o periodistas que aluden a la objetividad, lo hacen simplemente para ocultar deliberadamente la función que "eligieron" cumplir y los intereses que optaron defender. No es respetable un ciudadano que no se involucra en lo que a su sociedad le sucede.
Quizás muchos periodistas que hacen de la objetividad una guía de ética y conducta, quieran referirse en realidad a la "ecuanimidad" imprescindible al ejercer nuestro oficio. La objetividad puede ser comprada y el "periodista objetivo" puede escudarse tras ella a cambio de sobornos o, simplemente, simpatías o antipatías. Pero aquel periodista que es ecuánime debe ser necesariamente creíble, ya que al publicar equilibradamente todas las voces hace imposibles segundas interpretaciones. Nos parece que para lograr esa credibilidad, que es el capital más preciado de cualquier periodista, deben al menos cumplirse dos requisitos ineludibles. El primero es el de ser equilibrado e intentar reflejar todas las posiciones, sobre todo aquellas con las cuales el periodista, en tanto ser humano con ideas y reflexiones que es, no concuerda. En segundo lugar, sólo es creíble el periodista que avisa con su firma las oportunidades en las cuales está opinando y cuando solamente informa. Esta reflexión es imprescindible a pocos días de unas elecciones cargadas de contenido como las que se desarrollarán el próximo 28 de junio.
La prueba más cabal de que los periodistas jamás podemos ser objetivos, es que ese día también votaremos. Está en Usted, estimado lector, determinar si le resulta más creíble quien le jura ser "objetivo" y no tener asumida posición alguna en cada tema que aborda pero que, a la vez, lo abruma con mensajes subliminales en sus informaciones y presenta solamente determinadas campanas ocultando deliberadamente las otras o, por el contrario, aquellos periodistas que elegimos dejar sentada nuestra posición en cada oportunidad pero no le negamos espacio a nadie para expresarse. En EL VIGÍA se diferencian claramente cuales son opiniones y cuales, solo noticias. Piense profundamente si cuando en un programa de TV o de radio o cualquier publicación escrita insisten rabiosamente en transmitir los mismos mensajes casi con los mismos invitados o consultados, están haciendo periodismo equilibrado o no. Y suelen ser, casualmente, medios o periodistas que más alarde hacen de una supuesta "objetividad".
La historia está llena de frases que definen a los "objetivos": "A los tibios los vomita Dios" o "Quien en una guerra no se coloca en ninguno de los dos bandos, también es enemigo", son solo dos ejemplos. Sirva esta reflexión a pocos días de haberse conmemorado el Día del Periodista que honra a hombres como Mariano Moreno que, lejos de ser objetivo, sirvió expresamente a los intereses de la verdad, la libertad y la independencia, poniendo en juego su propio honor en cada palabra que publicó.
Gracias a Dios hubo hombres como él o como Rodolfo Walsh, quien eligió no ser "objetivo" el 24 de marzo de 1976 y escribió la memorable "Carta a la Junta Militar", por la cual pagó con su vida. Nos parece que el periodismo no es un oficio para "tibios" ni para "objetivos", sino para personas decentes que, al informar, son concientes de que asumen una responsabilidad social importantísima, que implica deberes que no pueden eludirse tras una supuesta "objetividad" absurda y mentirosa.