No es la primera vez en la historia argentina que las iniciales de un apellido son utilizadas con intenciones políticas. Pero en el caso de la letra K, es la primera vez que el objetivo perseguido es la desacreditación.
Antes de abordar la cuestión, debemos aclarar que estamos hablando de técnicas de estrategia comunicacional. Quienes se ocupan de la publicidad o prensa políticas, saben muy bien de la importancia de los símbolos para transmitir conceptos.
El publicista David Ratto lo supo, cuando en 1983 "descubrió" la coincidencia de las iniciales del nombre y apellido del candidato que lo había contratado (Raúl Alfonsín), con las de nuestro país. Fue así como nació el símbolo "RA" que, en el inconciente colectivo, vinculaba las iniciales del padre de Ricardito con lo más profundo de nuestra argentinidad. La estrategia de comunicación fue positiva para los fines deseados.
Mucho antes, mientras eran perseguidos y asesinados luego del obligado exilio de Juan Perón, los militantes peronistas de la resistencia sintetizaron en la letra P, con una V debajo, dos conceptos que exasperaban a la derecha más retrógrada y pusilánime de nuestra historia: "Perón Vuelve" y "Viva Perón", era el significado de ese "símbolo", utilizado sobre todo en la clandestinidad.
Pero lo que no tiene antecedentes en nuestro país, es que un medio de comunicación invente la estrategia de utilizar una letra solitaria, para relacionarla con sus peores noticias de cada día y con sus tapas con títulos catástrofe. Los "inventores" de la letra K fueron los directivos del Grupo Clarín, que desde el conflicto con el sector patronal del campo por la célebre Resolución 125, comenzaron a acompañar sus "Títulos Negativos" con la letra inicial del apellido Kirchner: la K.
Fue esa la orden que recibieron jefes de redacción, periodistas, editores y productores de los múltiples medios que posee el mencionado grupo económico, cuyo CEO principal Héctor Magnetto es el vicepresidente de la Asociación de Empresarios Argentinos (AEA), que preside el poderoso titular de Techint Paolo Rocca.
De ese modo, los argentinos se encontraron de repente con títulos tales como: "Ley de Medios K", "el conflicto K con el campo", el "estilo K", el "periodismo K", la "inflación K" e innumerables frases con ese intento de manipulación ideológica y electoral.
Debemos decir, que no nos parece cierto que el periodismo sea "formador de opinión pública". Sería una subestimación inaceptable de la inteligencia de los argentinos (similar a la que realiza Clarín con su letra K), pensar que la gente vota como Clarín le indica. Por ende, Clarín no forma opinión. El periodismo, y supongamos que Clarín también es comprendido por ese concepto, no forma opinión, sino que "genera climas".
Y son los responsables editoriales de los medios de comunicación y los periodistas con opinión y firma, quienes deciden qué clima generar, según los intereses que protejan. Los oficialistas, muchas veces caen en el error de los oficialismos pasados de magnificar las buenas noticias y reservar posturas críticas, para "generar un clima de buen ánimo social".
Y es cada vez más evidente, que los medios que, como Clarín con sus 350 medios propios, La Nación y sus aliados, detrás de sus supuestas independencias de criterio, manipulan las noticias para ocultar lo positivo que ocurre en el país y magnificar lo negativo, siempre presentando estas últimas noticias acompañadas por la letra K en sus titulares.
De esta manera, la mayoría de los argentinos, que no milita partidariamente y considera que no encolumnarse es una forma de ser "independiente", casi sin darse cuenta termina atrapado por el "cazabobos C (de Clarín)" y descalifica cualquier opinión ajena señalando que "es una opinión K".
El objetivo perseguido por las corporaciones económicas, es desviar el voto popular hacia candidatos fácilmente maleables. Pero como no existen en la actualidad oportunidades como la que tuvo David Ratto de "vender" un candidato generando símbolos positivos que realcen sus cualidades, los "profetas del neoliberalismo" argentino decidieron descalificar al actual oficialismo para que la gente lo considere demoníaco y se vea "obligada" a elegir entre los menos mediocres opositores.
Para decirlo más claramente, quieren que los argentinos no voten "a favor de", sino "en contra de los K". Porque la K, según ellos, encierra conceptos como tales como autoritarismo, soberbia, inflación, Jaime, Moyano y últimamente Schoklender. Y buscan conseguirlo presentando cada una de esas noticias con una letra K, mostrada durante las 24 horas en los zócalos de su pantalla o en la tapa de sus medios gráficos. Y dicha por sus "periodistas independientes" hasta el hartazgo. Metodología goebbeliana si las hay: insistir con el mensaje hasta que penetre. O miente, que algo siempre queda.
Es que a esos grupos económicos que se apropiaron de cada centavo de riqueza de nuestro país, de nuestros fondos jubilatorios y hasta de nuestras cajas de ahorro, les conviene canjear minutos de aire en sus medios con candidatos de plastilina, antes que perder la guerra que ellos mismos inventaron, ante la ola de fortalecimiento estatal que se expande por Suramérica.
Un Estado fuerte, jamás permitiría que la única empresa productora de papel para diarios del país, siga en manos de sólo dos de ellos: Clarín y La Nación. Y un Estado fuerte, fue el que no permitió a esos mismos grupos seguir desviando a sus cuentas en el exterior, los fondos previsionales. Sólo mencionamos dos ejemplos. Sólo dos.
El kirchnerismo es un movimiento político nacido tras una de las crisis más profundas de nuestra historia. Y produjo transformaciones evidentes en la forma de vivir de nuestra sociedad. El matrimonio igualitario y la Ley de Medios son dos ejemplos de lo que decimos. Sólo dos. No seremos aquí exégetas del kirchnerismo. Cada lector sabe en lo más profundo de su conciencia cómo le fue en la vida desde 2003 hasta hoy. Mejor dicho, y para terminar con la ideología egoísta que inventó "la letra K" y destruyó el país en los noventa, como le fue al país. A todos.
Ello no significa que no existan asignaturas pendientes. Un control mayor de los aumentos de precios, el renacimiento de los trenes para fortalecer nuestro aparato productivo, la necesidad de terminar de una buen vez con impuestos injustos y distorsivos, una drástica reducción del IVA para sectores sociales vulnerables y de clase media no parasitaria, una mayor multiplicidad de voces en medios públicos y otras medidas que creemos que aún son deudas del kirchnerismo con la sociedad. Lo que debemos decidir en Octubre y, antes, en las primarias de Agosto, es cuál es la expresión política capaz de saldar estas deudas y muchas otras.
Estamos rodeados de dirigentes que piden diálogo mediante un insulto: los K no quieren dialogar, dicen. Y, recordemos que la letra K fue convertida en un insulto por una simple estrategia comunicacional desestabilizante. "Los K no quieren dialogar", dice la misma dirigente que antes dijo: "sería hermoso que Cristina quede viuda" ¿Usted dialogaría con alguien semejante? Es más ¿Cree que lo que busca alguien capaz de decir palabras tan necrofílicas y ponzoñosas lo que desea realmente es dialogar?.
"Los K no quieren dialogar, y si es necesario hay que tirar a Kirchner de un tren", dijo otro político rodeado de globos de colores ¿Cree realmente que lo que procura esa frase es persuadir al oficialismo de la necesidad de dialogar?. Mencionamos dos ejemplos de reclamo de diálogo mediante la agresión. Sólo dos.
He allí, en estos ejemplos y en la utilización negativa de las palabras que se ejerce cotidianamente desde los medios de comunicación concentrados en pocas manos, la razón de la imposibilidad, no ya entre dirigentes, sino entre argentinos, de debatir constructivamente sin que la descalificación aparezca intempestivamente e interrumpa el diálogo. Se nos transmite odio insistentemente, consumimos odio permanentemente y la consecuencia es natural: terminamos odiando.
Pero para no desviarnos del eje central de este artículo, debemos instar a cada lector a que analice porqué en sólo tres años, pasó de cuestionar actos de gobierno puntuales como los mencionados, a descalificar a cada acto de gobierno con un símbolo: la letra K.
¿No le parece que lo han tomado por estúpido y Usted les está dando la razón? En todo caso, sugerimos que vote a favor de otro proyecto de país, si es que el actual no le satisface. Pero antes, piense cuáles son los motivos por los cuales discrepa. Y acopie argumentos, no slogans ni consuma estrategias de comunicación negativas.
El precio final y más alto de nuestros errores, siempre lo pagan nuestros hijos. Y ya estamos grandes como para creernos que una letra del abecedario basta y sobra para definir una etapa de nuestra historia: la que estamos construyendo todos como sociedad.