Con esa frase y otra similar, dos taxistas de la Ciudad de Buenos Aires se negaron a traer a una pasajera a Avellaneda.
Ocurrió el Día de la Madre. Una familiar de quien firma este artículo quería venir a visitarme. Se dispuso a tomar un taxi hasta mi casa, cerca de Avenida Mitre y French, en Avellaneda Centro.
Tres veces hizo señas y tres taxis se detuvieron en un lapso de 10 minutos. Pero sólo uno aceptó cruzar el puente y traerla. Los otros se negaron rotundamente. Uno de ellos hasta se ofendió: "¿Usted está loca señora? ¿Qué quiere? ¿Que nos maten? ¡A Avellaneda no la llevo ni loco!". El otro "Cobos" con auto de techo amarillo fue más amable al menos: "No señora, al conurbano no voy por razones de seguridad". Más amable, sí. Pero igual de ignorante.
Independientemente de lo insospechadamente brutos, básicos y primitivos de ambos taxistas, confieso que el episodio me dejó pensando. Si de tres taxistas, dos se negaron a venir a Avellaneda, debe existir en el imaginario colectivo porteño una sensación similar respecto de nuestra ciudad.
Al principio, sentí cierta vergüenza, hasta que comprendí que estaba razonando con el mismo nivel de ignorancia que esos Rolando Rivas en versión cobarde. Inmediatamente, me rebelé. Ya mencioné que el lugar al que debía venir mi familiar era a plena Avellaneda Centro. Pero el problema para ellos no era la zona de Avellaneda, sino Avellaneda en su totalidad. El conurbano sur en su totalidad.
Intenté ponerme en el lugar de los dos tacheros porteños. Confieso que me costó bastante. Uno puede intentar ubicarse en el nivel de razonamiento de un adolescente, en la mente de un paranoico, interpretar la angustia de un padre cuando su hijo llega tarde pero, créame, muy es difícil intentar transitar las dendritas y los insondables mecanismos de interpretación y razonabilidad de un idiota. Y, como en este caso, de dos idiotas, mucho más.
Me hice la pregunta lógica "Por qué tienen miedo de venir a Avellaneda?" . Una mente limitada como la de los temerosos tacheros de marras respondería: "Y...por la inseguridad reinante". La réplica es sencilla. ¿Acaso no se cometen delitos en Recoleta, Palermo, San Telmo, Belgrano, Barrio Norte, Asunción, Quito, Santiago de Chile y hasta en Nueva York? Por favor. Seamos serios...
Vamos al grano, que el espacio no sobra y la paciencia tampoco: esos tacheros son víctimas permanentes de otro tipo de delincuencia: la mediática y monopólica. La estigmatización de nuestra ciudad nos convierte en víctimas a Usted y a mi, querido vecino ¿O aún no se dio cuenta?
Debemos soportar que una buena parte de los porteños (¿o creerá que sólo se trató de dos taxistas consecutivos por azar?) y quien sabe cuantos argentinos más, consideren que nuestra Avellaneda es una ciudad equiparable con Beirut o el Bronx norteamericano.
Con una mano en el corazón ¿A usted le parece que vivir en Avellaneda es un martirio? ¿Usted vive en estado de riesgo permanente, como si en cualquier momento una bala de mortero fuera a impactar contra su humanidad? Los rostros que veo cotidianamente al caminar por nuestras calles no muestran desesperación por mudarse.
¿O sucederá que los medios y el discurso monopólico sólo mencionan a Avellaneda, y de manera insistente, cuando ocurre algún crimen o hecho de inseguridad? Es obvio que la inseguridad está presente en Avellaneda, pero no hay crímenes VIP "de Avellaneda". Son los mismos delitos que se cometen en cualquier barrio porteño. A María Martha García Belsunce la mataron en un country de zona norte y no en Parque Domínico y "la cheta" que comandaba una asociación ilícita que robaba y golpeaba ancianos, estudiaba en la UADE. No en nuestra UNDAV.
Los taxistas de Avellaneda permanentemente trasladan pasajeros a CABA, pero los porteños se niegan a venir a Avellaneda ¿Le parece que ocurre porque los nuestros son valientes y los porteños estúpidos, o habrá alguna razón cultural más profunda?
Precisamente, por episodios como el relatado en este artículo y que no nos parece sólo una anécdota, es que desde EL VIGÍA apoyamos enfáticamente la vigencia de la Ley de Medios. Para que su voz, querido vecino, y la mía sean escuchadas y podamos contarles a todos lo maravilloso que es vivir en Avellaneda.
Para que cuando un tachero porteño deba traer un pasajero a nuestra ciudad, no piense en el delincuente que TN, Canal 13, Clarín Zonal, Radio 10 , La Nación o Perfil le mostraron una y otra vez hasta saturar su capacidad de asimilación de la realidad, sino en lo incomparables que son nuestros teatros, nuestra cultura, nuestro deporte, nuestra calidez, nuestra recuperación y crecimiento constantes o nuestras universidades. En fin, nuestra ciudad. Nosotros.
Pero mientras la comunicación de la palabra masiva siga concentrada en las mismas manos, seremos lo que ellos digan que somos y despreciados incluso por taxistas que se seguirán negando a transitar por nuestra ciudad. La más transitada del conurbano sur, por razones geográficas, ya que somos el principal acceso a la Capital Federal.
Aclaremos que la inseguridad no es una sensación. Lo aclaro porque, como dijo Silvio Rodríguez, "estoy temiendo ahora no ser interpretado". Pero la estigmatización es el resultado cultural de la manipulación mediática tendenciosa e interesada. Esa misma que le hace pensar a algunos consumidores de los medios que venimos denunciando desde hace años, que Avellaneda y el conurbano sur son poco menos que un "foco infeccioso".
Quizás, luego del 7 de Diciembre podamos lograr que nuestra verdad sea escuchada. Y hasta varios porteños quieran mudarse a nuestra amada Avellaneda.
Eso sí. Déjeme hacerle un pedido estrictamente personal: para esos dos tacheros mediático-paranoicos que inspiraron este artículo, apliquemos nuestro derecho de admisión.