Según en Banco Mundial, Argentina es el país suramericano que más creció durante la última década en lo que respecta a personas de clase media. Según los datos del organismo internacional, en 2003 nuestro País tenía 9,3 millones de personas en dicho estrato social, y aumentó hasta llegar a 18,6 millones en 2009. Ese aumento de más de 9,3 millones representa un 25 por ciento de la población total de Argentina.
Usted habrá escuchado a la Presidente Cristina Fernández mencionar varias veces el concepto de "movilidad social ascendente". Y de eso se trata. El informe, presentado el presidente del Banco Mundial, Jim Yong Kim, y el economista jefe para América Latina, Augusto de la Torre, afirma que el motivo de tan notable acceso de personas que accedieron a la clase media se debió a "la instrumentación de políticas de desarrollo económico y de la ampliación de oportunidades para sectores más vulnerables". Hasta aquí, los datos oficiales conocidos a través de un informe de un organismo que mal puede ser tildado como "kirchnerista".
Ahora, reflexionemos. Cuando definimos a la clase media, lo hacemos basándonos en sus ingresos económicos y nivel socio-cultural. Las personas que pueblan las playas de nuestra costa atlántica y los distintos puntos turísticos argentinos los fines de semana largo y durante sus vacaciones, son un ejemplo de aquellas capas sociales que hasta hace una década no tenían esa posibilidad por falta de ingresos suficientes o de empleo. El intendente de Avellaneda Jorge Ferraresi informó, además, que el 87% de los nuevos inscriptos para el ciclo lectivo 2013 en la Universidad Nacional de Avellaneda son "primeros estudiantes universitarios en sus familias".
Independientemente de estos datos inobjetables y sin reparar en los problemas que aún subsisten en nuestro país, como la inseguridad, los incrementos de precios y las pugnas entre el Estado y las corporaciones económicas, incluso las asignaturas pendientes del gobierno, lo invito a reflexionar más personalmente sobre la cuestión y no sólo basándonos en estadísticas irrefutables.
Empecemos con una pregunta: ¿Cómo se comporta una persona recién accedida a la clase media?A veces, el capataz suele ser más cruel en su trato con el obrero (con el que hasta ayer fueron compañeros y pares) que los ejecutivos con su secretaria. Así como para que el brillo se distinga es necesaria la presencia comparativa de la oscuridad o para que resalte la decencia debe existir la indecencia, creo que algunas personas necesitan la existencia de pobres con quienes compararse, para sentirse parte de la clase media.
Una de las frases menos felices y más hipócritas que solemos escuchar es que "pobres, habrá siempre". Más que una definición producida por una concienzudo análisis socio-político, esa aseveración parece ser producto del deseo inconfesable de los "new rich" o, para no mencionar conceptos incorporados tras décadas de penetración cultural, los llamaremos simple y sencillamente, "piojos resucitados".
Esa nueva pediculosis social, mezclada con la antigua, es la que ejerce su libertad de expresión plena, para reclamar... "libertad". No para pedir paz, pan y trabajo, como hace diez años en nuestro país y actualmente en el "Primer Mundo", sino para comprar dólares libremente. Es la que despotrica contra los planes sociales que, justamente y según el mismísimo Banco Mundial, permitieron el acceso de millones de argentinos a estándares de vida hasta hace una década inimaginables y una matriculación educativa cada vez más creciente ¿No fue acaso la existencia de planes sociales inclusivos una de las cosas más cuestionadas por los neo-manifestantes caceroleros? ¿Por qué les indigna tanto que una familia de pobres reciba ayuda del Estado para que sus hijos puedan ir a la escuela?
Los hijos de los pobres pueden ser alumnos de escuelas públicas o estudiantes universitarios y los "negritos" pueden tomar sol recostados en las arenas argentinas, cosa que genera pavor en aquellos que siempre sintieron una inconfesable satisfacción al mencionar la palabra "pobres".
Si "cualquiera" puede acceder a los beneficios de la clase media ¿qué quedará para los que se sentían orgullosos de "pertenecer"? A simple vista, parece espantarles la idea de cruzarse en los shoppings con albañiles o que sus hijos estudien en escuelas donde no sólo el guardapolvo blanco los iguale con sus compañeros "oscuritos" y "con cara de...". Si los oscuritos comienzan a brillar ¿Qué quedará para el fantasioso brillo del medio pelo jauretchiano?
Como ejemplo, recordemos el escándalo mediático que se generó cuando la dirigente social Milagro Sala fue "descubierta" en un hotel de Punta del Este. O cuando el costoso helicóptero del un multimedios sobrevuela los mil metros cuadrados de un terreno de otro dirigente social. Claro. No sobrevuelan las mansiones de los CEO de corporaciones poderosas o de las mansiones de algunos comisarios. El peligro, para ellos, son los "negritos" dirigentes sociales, símbolo de la osadía del pobre pretendiendo ser "igual que nosotros", en el imaginario de la clase media tilinga. Hipocresía en estado puro y abominable cobardía periodística: denunciar a referentes sociales y no a la casta del poder real.
Sería erróneo utilizar la vara de los ingresos económicos como única medida de pertenencia a una clase social determinada. La clase media se debe definir de acuerdo con la "filosofía de vida y valores" inculcados desde la cuna, donde las ambiciones desmedidas por lo material dejen su lugar a la solidaridad social y el sentido de pertenencia a una simbólica bandera común: la argentina. Y ahora, la Suramericana.
Clases altas, media-altas y una parte de los nuevos miembros de la vieja clase media golpean cacerolas, adhieren a paros generales inexplicables que utilizan reclamos justos como máscara vergonzante para ocultar ambiciones personales y sectoriales y califican a gobiernos electos por voluntad popular como "dictaduras" porque, en el fondo de sus almas, sienten pánico de perder el antiguo privilegio de "pertenecer". Sin querer, reinstalaron en el imaginario social el concepto de "lucha de clases" que, a los que menos les conviene, es a ellos mismos.
Hay sectores del privilegio que necesitan y apuestan de manera evidente a generar un clima de malestar social y hasta de violencia. Y desde sus nuevas armas de destrucción masiva, los medios de comunicación, militan en toda Suramérica contra la mayor virtud de la cual puede enorgullecerse un pueblo: la solidaridad social y la inclusión. Y así como dijimos que lo claro no podría distinguirse sin lo oscuro, miremos atentamente el desastre de las políticas neoliberales europeas. Y cuidemos nuestra Paz, nuestro pan y nuestro trabajo. Nadie avanza si el otro no retrocede. Por eso, ni un paso atrás.