En épocas en la que grupos de intelectuales y comunicadores se aglutinan detrás de pomposas denominaciones, intentando abrirse paso en estudios de televisión, en ciertos casos quizás con más afán de trascendencia que de verdadera discusión de ideas, a mi me sigue atrayendo más la realidad que la interpretación forzada de la realidad.
Será porque el 25 de enero se cumplen años del crimen más espantoso que sufriera un fotógrafo en plena democracia (¿hace falta que recuerde que se trata de José Luis Cabezas? ¿o ya lo olvidamos?). Me impactó notablemente la foto de Carlos Brigo que ilustra este artículo. A Carlos no lo conozco personalmente. Conozco su obra a través de redes sociales. Una más sorprendente que la otra. Intuyo que es un fotógrafo de esos que comparten sus imágenes por el sólo placer de compartir.
Así como en cada uno de nosotros las cosas trascendentales de nuestras vidas parecen no terminar de ocurrir hasta que no se las contamos a alguien amado, Carlos Brigo cierra el círculo su obra cuando la comparte en redes sociales. Me sucede lo mismo con mis artículos. Sucederá lo mismo con éste artículo. Gabriel García Márquez dijo que lo ingrato en el oficio de un periodista es que su obra muere en el mismo momento de nacer. Y hay mucho de cierto en esta aseveración. Ese desprendimiento de la obra propia no deja de significar un desgarro. Y cualquier desgarro, duele. Pero también es cierto que el sólo hecho de compartir nuestra obra nos quita esa sensación de punzante soledad que alberga en cada comunicador.
La mejor forma que se me ocurrió para homenajear a José Luis Cabezas es precisamente, esta foto de Carlos Brigo. Uno de sus discípulos. Porque Carlos, quizás sin darse cuenta, les está enseñando a aquellos intelectuales que mencionamos al principio y a cada periodista, como yo, cuál es el acertado camino que debemos transitar para parir "el nuevo periodismo".
¿No es acaso la foto que usted está viendo en ésta página un perfecto relato de la realidad, sin rebuscadas interpretaciones intelectuales ni costosas producciones mediáticas?. Y es, a la vez, un gesto de respeto hacia usted. Nadie le indica cómo debe interpretar esta foto. Nadie le dice cómo debe opinar. Usted la mira, la siente, la analiza y la interpreta como prefiera. Saca sus propias conclusiones. El párrafo anterior no es otra cosa que una definición de periodismo ecuánime.
No existe nada más elocuente que una imagen. Echa por tierra cualquier operación mediática o mentira difundida. Y para que una foto así nazca, debe existir un fotógrafo (Padre) atento y apasionado. Capaz de VER lo que a menudo todos únicamente "miramos".
Cabezas fue brutalmente masacrado porque mostró la realidad. Y a Rodolfo Walsh le pasó exactamente lo mismo. Uno por una foto. El otro por una pluma. Es hora de que abandonemos la retaguardia y dejemos de ser "una máquina de desmentir". Eso es la negación del periodismo. Nada es más elocuente que mostrar la realidad. Como un fotógrafo. Como Cabezas. Como Brigo y tantos anónimos comunicadores. Como Rodolfo Walsh. A ellos debemos emular para lograr una comunicación honesta y horizontal, sin egoísmos, consignas vacías ni ambiciones de protagonismo mediático. ¿En qué los debemos emular? En mostrar lo que realmente vemos. No lo que miramos sin ver o leemos en páginas sucias de mendacidad. Pero, antes debemos aprender a ver, claro.
A despertar en nuestros lectores un sinfín de sensaciones con cada palabra. Con cada foto. Como la que en mi despertó esta foto. Sin desmerecer el valor de la palabra, una interpretación puede ser fácilmente rebatida por otra. Pero ¿alguien se anima a desmentir una foto?
No se olviden de Cabezas. Y no nos olvidemos de hacer periodismo. Ésta foto, como las de Cabezas, también son periodismo. Una foto como ésta puede significar un punto de partida hacia un nuevo periodismo: mostrar la realidad sin pasarse horas desmintiendo lo que otros nos cuentan como verdades reveladas.
Lo invito a mirar atentamente ésta foto durante unos minutos ¿Qué siente? ¿Qué cree que siente ese niño con su Netbook? ¿y qué cree que sienten los grupos privilegiados cuando mostramos y contamos la realidad de esta manera? ¿Se animarán a desmentir ésta foto? ¿Cree que pueden hacerlo? Ni se imaginan cuánto les duele una imagen elocuente. O sí se lo imaginan, si es que no se olvidaron de Cabezas.
Mientras les dejemos la iniciativa, no seremos más que insistentes replicadores de sus mentiras, en nuestro afán por desmentirlas. Imaginemos miles de fotos como ésta ¿Las imaginamos? Pues mostrémoslas.
Veamos la realidad desde ojos capaces de sentir, sin estar contaminados. Y, por sobre todas las cosas, ojos sin precio.