Tendría que dejar de fumar. Es verdad. Pero mientras fume, quiero bares exclusivos para fumadores. Que me dejen elegir sin dañar a otros. Tengo derecho. Extraño el placer de leer, tomar un café y fumar un cigarrillo.
Los bares de hoy perdieron esa magia. Ese hábito cultural, tóxico, pero hábito cultural al fin. Los bares actuales parecen peloteros. Que no haya bares exclusivos para fumadores es un cercenamiento a mi libertad.
Podría escribir decenas de consignas de este tipo. Pero quiero limitarme a recordar lo que somos y nuestras costumbres. Las mías por lo menos. Y hablar de libertades individuales, que tanto defendemos los que cuestionan al Estado como regulador y los que lo reivindicamos. Ahora, en toda la Provincia ya no se puede fumar en ningún espacio público, a menos que sea al aire libre. En casi todo el país ocurre lo mismo. Buena medida para la salud pública, pero algo ignorante. Se supone que tratan de cuidar al "fumador pasivo".
¿Cree acaso que cuando camina por la vereda no aspira el humo del fumador que camina delante suyo? ¿Cree que cuando reposa sentado en el banco de una plaza no le llega el humo del fumador que pasa caminando pensativo? ¿Cree acaso que eliminando el sector para fumadores en bares y confiterías lograremos que dejen de fumar? No mi amigo. Lo único que lograremos es que, como yo, la gente abandone esa ceremonia tan necesaria del espacio diario dedicada a uno mismo.
Sentarse a la mesa de un bar en pleno invierno. Poner al lado del servilletero el atado de puchos y el encendedor. Abrir el libro en la página señalada. Llamar al mozo y pedirle "un cafecito". Nada de "café americano", "capuccino" ni "café irlandés". Simplemente, un cafecito. Leer con interés nuestro libro, mientras en paralelo nos decimos: "cuanto placer, que lindo es sentir placer por cosas tan sencillas y simples de la vida". Apagar nuestro pucho en el cenicero de metal dorado. No quiero otro.
Como en mi caso, sacar una hoja y una birome Bic y dejar que ese café y ese pucho despierten la inspiración para escribir. Presenciar como las frases fluyen. Cuando ese paisaje de bar, café, pucho y tiempo por delante estaba preparado, en realidad el tiempo se detenía y nos contemplaba. No hacían falta los Claudio María Domínguez ni los libros de autoayuda para autoayudarnos. Esa sensación de tiempo libre y productivo, bastaban y sobraban.
Hoy, buscamos en pleno invierno y hasta con lluvia, bares que tengan mesas en sus veredas. Se nos congelan las manos mientras fumamos un pucho con angustia y apuro. No podemos concentrarnos por el frío, la desolación, el humo y ruidos de caños de escape. Cien personas se llevan por delante nuestra silla y escuchamos miles de "perdón" que nos distraen. O, en su defecto, entramos a un bar calefaccionado, pedimos un café lo más chiquito posible, para tomarlo en dos tragos.
Ese café nos despierta las ganas de fumar y salimos apurados a encender un cigarrillo ¿Por qué no nos cuentan las estadísticas sobre cuánto disminuyó la permanencia de parroquianos en los bares desde que decidieron tratarnos como perros sarnosos? ¿Por qué no nos hablan los "especialistas" sobre los poemas no escritos, los versos no nacidos y los libros no leídos por prohibiciones demagógicas? Porque es puramente (ya que les gusta la palabra) demagógico pretender que la sociedad va a ayudarme a abandonar un hábito tóxico prohibiendo el hábito.
Son épocas en que entramos a bares libres de humo y nos sentimos intoxicados de hipocresía. Nos cuidan la salud privándonos de momentos mágicos y exclusivamente nuestros del pasado, y al mismo tiempo sintonizan canales de noticias que mienten, intoxicándonos con un veneno aún más siniestro que el tabaco. Si fumo un cigarrillo leyendo Clarín ¿Cuál es el elemento más tóxico? No hago aquí una apología del tabaco. O sí.
Lo que quiero es hacer una defensa de mi derecho de vivir y morir como quiera, siempre y cuando no dañe a los demás. Si muero por cáncer de pulmón, tendrán derecho de no llorarme y los que me quieren, enojarse porque elegí fumar. Pero no les concedo el derecho de cuidarme prohibiéndome elegir mi forma de vivir y de morir. Mientras no dañe a terceros, es MI vida. Entonces ¿por qué los sabios legisladores no evalúan la posibilidad de crear bares exclusivos para fumadores? Cuyos dueños sean fumadores, mozos y camareras fumadores o que elijan que nos les importe mi humo exhalado. Por mi parte, hasta el momento no lograron que deje de fumar. Sólo consiguieron que deje de entrar a bares.
Dicen que prohibieron fumar en los bares para no intoxicar a los demás ¿Prohibirán también la entrada a los bares de personas con gripe, resfrío, tuberculosis o cualquier enfermedad infecto contagiosa para que los bares se conviertan en ridículos quirófanos de paso? Está bien. Que los bares sean libres de humo. Me parece bien. Pero, si no van a permitir espacios para fumadores, que creen bares exclusivos para fumadores, engripados, tuberculosos y gente libre que no ande por la vida cuidándose de los estornudos y el humo de los demás.
Hasta aquí, sólo me referí a esos momentos únicos de tomar un café y fumar un cigarrillo en soledad. sentado a la mesa de un bar. Pero ¿qué hay de aquellas charlas interminables con amigos, con no menos de 4 pocillos de café por cabeza y el mozo cambiándonos el cenicero de tanto en tanto? Hoy, ese espacio sólo está reservado para amigos no fumadores.
Si dos amigos se disponen a pasar una tarde completa filosofando en un bar y encontrando respuestas en un amigo que de otro modo jamás hallarían, la tarea será imposible si uno de ellos fuma. A menos, claro, que diga cada 15 minutos: "bancame un rato que salgo, me fumo un pucho y vuelvo", interrumpiendo la charla justo en los momentos en los que un pucho se impone: cuando llega la angustia o la emoción. En fin.
Los no fumadores deben tener miles de ritos y ceremonias de este tipo, sin necesidad de arruinarse los pulmones. Lo reconozco. Pero, si yo elijo destrozar alvéolo por alvéolo de mis pulmones, mientras no dañe al prójimo ¿quién puede arrogarse la autoridad de cercenar mi libertad? Enciendo la tele y escucho que quiere legalizar la marihuana, pero me prohíben fumarme un pucho sentado a la mesa de un bar. Manga de hipócritas. Me hacen ver de prepo en un bar a TN y escucho mentira tras mentira con las cuales un par de no fumadores me intoxican. Pero resulta que el peligro social soy yo porque fumo.
Escribo esta nota con algo de nostalgia por la birome Bic. Me veo obligado a golpear el teclado de mi computadora con cada vez más fuerza por la bronca, tomando un café en soledad.
Me falta, como antes, levantar la cabeza de tanto en tanto y apuntar la mirada en dirección de algún parroquiano o anciano que camine por la vereda y que despierte mi inspiración. Es que hoy llueve y hace frío. Y en esas condiciones no se puede escribir sentando a una mesa de bar colocada en la vereda. No podría transmitirle lo que siento, si me siento bajo presión.
Hoy, me prohibieron los espacios que yo elegía para inspirarme. Y, créame, fue como prohibirme la inspiración. Reflexione sobre todo lo tóxico que lo rodea cotidianamente. Desde residuos de todo tipo hasta actitudes y gente tóxica ¿Le parece que yo, con un cigarrillo en la boca, represento un peligro para Usted? Si es así, aléjese de mi. Lo que no me banco es que la Ley le haya regalado a Usted esa mesa de aquel bar al que yo iba.
Merezco otra mesa para mi y que no me traten como perro sarnoso. No voy a argumentar que el tabaquismo es una enfermedad, como realmente lo considero. No voy a decir que fumar hace menos daño que otras cosas, porque no es cierto. Fumar me hace daño. Lo sé.
Supongamos que es un "vicio" dañino y no una enfermedad ¿Y? En todo caso, es MI vicio. Qué tanto. En lugar de obligar a las Obras Sociales a cubrir los gastos de internación para dejar de fumar, prohíben la existencia de fumadores.
Comemos ensaladas de verduras tratadas con agrotóxicos. Pero, más fácil es prohibir fumar en bares ¿Así cuidan mi salud?
En todo caso, seamos un país libre de humo. Expulsemos a todas las compañías tabacaleras. Pero, es más fácil prohibirnos fumar en bares, claro.
Sé que debo dejar de fumar, porque es imposible fumar menos. Pero mientras fume, quiero recuperar mis momentos en soledad y con amigos sentados a la mesa de un bar. Tengo derecho. Y Usted, no tiene derecho de prohibírmelo
¿Me da fuego?